¿Es posible generalizar qué es un buen diseño?
Seguramente no, pero podemos acordar cosas más o menos objetivas que nos acerquen a lo que consideramos una buena práctica del arte de diseñar y construir.
En primera instancia, en el proceso de diseño, una fluida comunicación entre arquitecto y comitente, permitirá intuir las ideas generadores del proyecto final a partir del diálogo atento sobre lo que el futuro usuario diga y manifieste sobre su vida: actividades, gustos, rutinas, etc.
A continuación, una adaptación a la oferta ambiental del lugar de emplazamiento de la obra: orientaciones, vientos, dominantes, asoleamiento, precipitaciones anuales, topografía, y otras consideraciones específicas nos condicionarán el resultado tanto como los requerimientos del usuario.
El tercer punto a tener en cuenta será el aprovechamiento de los recursos, entendiendo a éstos tanto como económicos como ambientales. Una adecuacióna un presupuesto definido nos ubica en el desafío de concretar las aspiraciones compositivas y estéticas posibles, reales, y también el compromiso ético de edificios sustentables, es decir, edificios económicos, con bajo costo de impacto ambiental y poco gasto en su mantenimiento.
Diseñar no es cosa fácil, pero ubica al proyectista en el papel de una deidad creadora de materializar una idea dónde antes no existía lo pensado.
Sólo hace falta la suficiente humildad para considerar que muy buena arquitectura fue realizada sin arquitectos, pero con personas lo suficientemente sensibles como para comprender lo complejo de la concreción del ambiente artificial en que desarrollamos nuestra vida, que en los comienzos de este siglo, las tecnologías en los diferentes campos serán decisivas en las prácticas y técnicas de construcción. Un apartado, que por lo específico, será la concreción del espacio público del que todos formamos parte.
Luis Barragán, México.